Anunciador
Toma tu barco y huye, hombre feliz, a vela desplegada de cualquier forma de cultura. — Epicuro
A dos o tres personas he contado ya, la fantástica anécdota del personaje misterioso que recuerdo ya entre sombras, pero con especial ilusión. Esa tarde me disponía a leer cerca del Tanque de la Unión, eran días de celebración en si mismos, la primera linea de la plana, una muestra, el trial version, el Barbuchin de la vida vaya.
No tan sumergido en la lectura y mas pendiente de las fotos que daban los peatones, veo acercarse a quien llamaremos para efectos de este breve relato del pasado: Anunciador. Anunciador extendió su mano ofreciéndome un reloj y dijo: Ha llegado el barco.
Nada más.
¿Y si era Epicuro hablándome a mí? Hablándome de frente, invitándome. Me quedo con la poesía. Con la más imposible de las conclusiones.
Uno se toma su tiempo para caer en cuenta acerca de estas cosas, ponerles nombre y apellido, revisar, abrir aquí, escudriñar.
Y ya, que llego el barco.